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THE LAST PICTURE SHOW
POR M.A. GARCÍA

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DOCUMENTO FILMADO

Decía André Bazin que el cine era una como una ventana abierta al mundo, una ventana a la que nos asomamos, nos sentamos y como espectadores que somos en ese momento admirar impotentes a lo que sucede en el mundo, en ese por otra parte mundo ficticio que nos presenta ese dios creador, que decía Hitchcock que era el director cinematográfico.

Bazin cuando hablaba de una ventana abierta al mundo se refería sin lugar a dudas al cine neorrealista italiano de los años cincuenta, ya que mostraban lo que parecía ser realmente la vida misma, eran personajes de carne y huesos, personas-personajes, personajes porque representaban a tipos que vivían en esa época y personas porque en muchas de las películas eran acores no profesionales y en algunos casos ni siquiera eran actores, lo que te hace sentir que eso de verdad esta ocurriendo. Pero en este caso se trata en última instancia de una ficción, y por lo tanto de la manipulación de unos elementos que combinados nos muestran aquello que el director deseaba..

Pero mi intención con este articulo no es hablar del neorrealismo italiano de los cincuenta, sino el de apuntar hasta que punto es posible mediante el cine mostrar la realidad, el de cuestionar hasta que punto puede el cine ser una ventana abierta al mundo. Sin lugar a dudas el género que tiene más clara intención de mostrar esto es el documental, y cuando hablo de documental no estoy hablando de los documentales de animales que dan en la sobremesa, sino de aquellas porciones de película que además de querer decir algo son realmente diferentes, aunque quizá de lo que hablen sea algo que vemos mil veces en la tele, o escuchamos dos mil veces en la calle o en la radio.

Todo esto que intento decir viene a cuento de lo que parece ser un resurgimiento del documental, del documental como otro género que puede ser tan importante como lo puede ser la comedia o el drama, en definitiva cualquier género de ficción. Salen a cuentagotas, es verdad, ya que resulta arriesgado poner en una sala un filme diferente, por la forma en que esta hecho, por los temas de que habla, por no tener actores en sus créditos, por ser los protagonistas personas de la vida real personas que podrías cruzarte en la calle o como en el caso de En construcción de José Luis Guerín, de los obreros que están trabajando en la obra que está al lado de tu casa, y que ver aquellos hombres hablar sobre sus problemas, sobre sus creencias, ver como se desarrollan sus relaciones sea algo apasionante, asistir a la realidad como si fuera un espectáculo, la sensación de espectáculo que de las dimensiones de la pantalla cinematográfica. Películas como esta, o Asesinato en Febrero que habla de un tema del que se escucha mucho en la televisión, el de E.T.A. en el País Vasco, y que hacen lo que pocos se atreven a hacer que es hablar de ello sin tapujos, haciéndonos escuchar lo que sienten los familiares de las víctimas, las víctimas que quedan vivas. Lo que tienen estas películas además de que el tema interese o no, es la forma en que están hechas, huyendo del recurso fácil de la televisión, el de contarlo todo mediante una voz que nos dice lo que tenemos que saber, sino que nos invitan a acercarnos a esa realidad, como si estuviera realmente presente ante nosotros, para que saquemos nuestras propias conclusiones, para que nuestra conciencia sea la que juzgue. Se trata en estos casos de cine sin masticar, cine en el que a pesar de ser simples espectadores inmóviles frente a la pantalla, tenemos la oportunidad no solo de aprender, sino de recapacitar, de tomar conciencia, o de no hacerlo si nos apetece. En estos casos no queda muy claro que este ese Dios creador diciéndonos lo que piensa, porque en estos casos a ese Dios creador le sucedió lo que nos sucede a nosotros mientras realizaba la película.